jueves, 24 de julio de 2014

La cerámica protohistórica ibérica. Producción y difusión del oppidum del Cerro de las Cabezas (Valdepeñas)

I Jornadas de formación Consuegra Carpetana y Romana. La cerámica protohistórica ibérica. Producción y difusión. El oppidum del Cerro de las Cabezas. Tomás Torres González, Julián Vélez Rivas y Domingo Fernández Maroto.

22 de Julio de 2014
Cerámica estampillada procedente del Cerro de las Cabezas. Detalle del estampillado tan característico de este yacimiento
El Cerro de las Cabezas, situado a 7 Kmts al sur de Valdepeñas (Ciudad Real), albergó un oppidum Oretano, abandonado de manera abrupta en el siglo III a.c..Fue un espacio en el que se dio un gran intercambio cultural y comercial, especialmente con las zonas de levante y sur peninsular.  Con un 10% excavado desde que comenzaron  las actividades arqueológicas en el año 1984, se han encontrado materiales  que abarcan épocas desde el bronce pleno y  final hasta la época ibérica

Imagen de una zona excavada del yacimiento


 Lo primero que llama la atención es que, mientras que otros oppida siguieron funcionando tras la conquista romana, el del Cerro de las  Cabezas se abandonó a finales del siglo III a.c., coincidiendo con las guerras púnicas, dejando sus pobladores todos sus enseres cerámicos en  viviendas y almacenes. Esta circunstancia ha permitido localizar en el yacimiento una gran cantidad de cerámica ibérica, que nos da información muy valiosa de la sociedad que la produjo. Datos como necesidades funcionales, situación económica, desarrollo tecnológico, gustos estéticos, nivel cultural, necesidades expresivas (a través de sus motivos) o su forma de relacionarse con el más allá a través de los rituales, son ampliamente aportados estudiando los fragmentos cerámicos encontrados.

Cerámica procedente del Cerro de las Cabezas
La cerámica ibérica  sufrió un proceso de evolución drástico. Del Bronce pleno/final  donde encontramos un repertorio poco variado de cerámica fabricada a mano, de manera artesanal  pasamos a  la Etapa preibérica (VII- VI a.c.), donde encontramos en enterramientos una cerámica bruñida, tosca, decorada con buriles o incluso con el propio dedo, localizada en entornos funerarios. 
En el Ibérico antiguo. V- IV a.c.. localizamos cerámica fabricada a torno lento, lo que muestra influencia del levante peninsular. Decoración con grandes bandas, de pasta poco depurada aún,  tosca, con grandes desgrasantes. Se localizan algunas piezas grises importadas del mediterráneo. Las más características de barniz rojo, influencia fenicia y con bandas geométricas de color rojo vinoso.
Al final del VI- V a.c., aparecen en la decoración algunos círculos y bandas finas. En el siglo IV a.c. aparecen dibujos más amplios y piezas cuajadas de decoración, combinando las pinturas con los estampillados. Se han localizado en el Cerro 5000 estampillas con alrededor de 500 formas diferentes. Se usan engobes marrones, negros  y rojos. En el siglo III a.c. (Hierro II) se realizan copias de piezas  fenicias y cartaginesas, de una perfección técnica máxima, con una decoración profusa, incluso en ocasiones por dentro de la piezaPor influencia de los fenicios que comerciaban con los pueblos del mediterráneo, logran producir  una  cerámica que experimentó un fuerte cambio tecnológico, al fabricarse con torno rápido. Estos avances implican que las formas cerámicas se diversifican y  nos indica la existencia de alfareros o alfareras experimentados, que controla todo el proceso de elaboración, desde las pastas de la arcilla, al manejo del torno, la decoración de la pieza y la cocción en horno . 


A su vez, la existencia de alfareros especializados nos está indicando un fuerte estratificación social y una organización compleja y especializada de la sociedad.

Existen numerosos indicios que nos señalan al Cerro de las Cabezas como un importante centro productor y difusor de cerámica. Se han localizado tornos, hornos, piletas de decantación de arcilla, piezas sin cocer y piezas terminadas apiladas, así como la aparición de un gran número de moldes para estampillar el barro en crudo.  
Como nos señala Domingo Fernández , el período de máximo esplendor fue el ibérico pleno, entre final del IV y el siglo III a.c.. Predominando la cerámica estampillada, como complemento a la decoración en rojo vinosos, característica de la Cultura Oretana y marca característica del propio yacimiento.  Este gusto estético perduró en el tiempo e incluso apareció en otros asentamientos  a comienzos de la romanización.  Un posible motivo de este auge cerámico del oppidum del Cerro de las Cabezas pudo ser sin duda  el que estuviera dotado de canteras de arcilla  de gran calidad, dato que podemos constatar en la actualidad ya que el barro de la zona sigue gozando de prestigio y esas canteras se siguen utilizando para producir baldosas de barro en Santa Cruz de Mudela.
Urna estampillada localizada en el Ayto de Madridejos y estudiada por Juan Palencia y Diego Rodríguez

Un ejemplo de la comercialización y exportación de esta cerámica estampillada lo encontramos en la vecina localidad de Madridejos, donde Juan Palencia y Diego Rodríguez han estudiado una pieza estampillada con motivos zoomorfos, el carnassier o lobo con fauces abiertas, cuyo molde se ha localizado en el Cerro de las Cabezas. Se cree que podría haber estado relacionada con un contexto funerario.  Elementos característicos de esta cerámica, aparte de la estampilla, son el enmarque de la misma, el cordoncillo, a ambos lados y la decoración en rojo vinoso de la cerámica ibérica. 

Estampilla motivo Carnassier, lobo con fauces abiertas

El carnassier o lobo con la boca abierta es un motivo recurrente en la decoración de esta cerámica vinculada con entornos funerarios, se cree que porque los lobos fueron  muy abundantes en estas zonas hace 2000 años y puede ser un símbolo de miedo y respeto hacia lo temido. El alfarero no se limita a copiar la naturaleza, la representa. 
Me resulta curioso, y esto es una asociación personal que se me ocurrió al escuchar la charla, como este motivo también es representado en otras culturas como la Celta o Germana, como es el caso del Gim, en las islas Británicas, perro negro de grandes dimensiones con las fauces abiertas, identificado como augurio de muerte, dado que los perros rebuscan y entierran huesos. Un símbolo que curiosamente nos llegó de nuevo a principios del siglo XX de la mano del personaje creado por  Sir Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes, en su obra "El sabueso de los Baskerville". El ser humano y su tendencia al animismo y la superstición no entiende de épocas.


Tomás Torres, Julián Vélez y Domingo Fernández.
Arqueólogos en el Cerro de las Cabezas









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