El Cerro
de las Cabezas, situado a 7 Kmts al sur de Valdepeñas (Ciudad Real), albergó un oppidum Oretano, abandonado de manera abrupta en el siglo III a.c..Fue un espacio en el que se dio un gran intercambio cultural y comercial, especialmente con las zonas de levante y sur peninsular. Con un 10% excavado desde que comenzaron las actividades arqueológicas en el
año 1984, se han encontrado materiales que abarcan épocas desde el bronce pleno y final hasta la época ibérica
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Imagen de una zona excavada del yacimiento
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Lo primero que llama la atención es que,
mientras que otros oppida siguieron funcionando tras la conquista romana, el
del Cerro de las Cabezas se abandonó a finales del siglo III a.c., coincidiendo con las guerras
púnicas, dejando sus pobladores todos sus enseres cerámicos en viviendas y almacenes. Esta circunstancia ha
permitido localizar en el yacimiento una gran cantidad de cerámica ibérica, que
nos da información muy valiosa de la sociedad que la produjo. Datos como
necesidades funcionales, situación económica, desarrollo tecnológico, gustos
estéticos, nivel cultural, necesidades expresivas (a través de sus motivos) o su
forma de relacionarse con el más allá a través de los rituales, son ampliamente aportados estudiando los fragmentos cerámicos encontrados.
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Cerámica procedente del Cerro de las Cabezas |
La
cerámica ibérica sufrió un proceso de
evolución drástico. Del Bronce pleno/final
donde encontramos un repertorio poco variado de cerámica fabricada a
mano, de manera artesanal pasamos a la Etapa preibérica (VII- VI a.c.), donde encontramos en
enterramientos una cerámica bruñida, tosca, decorada con buriles o incluso
con el propio dedo, localizada en entornos funerarios.
En el Ibérico
antiguo. V- IV a.c.. localizamos cerámica fabricada a torno lento, lo que muestra influencia del levante peninsular.
Decoración con grandes bandas, de pasta poco depurada aún, tosca, con grandes desgrasantes. Se localizan algunas piezas grises
importadas del mediterráneo. Las más características de barniz rojo, influencia fenicia y con bandas
geométricas de color rojo vinoso.
Al final
del VI- V a.c., aparecen en la decoración algunos círculos y bandas finas. En el siglo IV a.c. aparecen dibujos más amplios y piezas cuajadas de decoración, combinando las pinturas con los estampillados. Se han localizado en el Cerro 5000 estampillas con
alrededor de 500 formas diferentes. Se usan engobes marrones, negros y rojos. En el siglo III a.c. (Hierro II) se realizan copias de piezas fenicias y
cartaginesas, de una perfección técnica máxima, con una decoración profusa, incluso en ocasiones por dentro de la pieza. Por influencia de los fenicios que comerciaban con los pueblos del mediterráneo, logran producir una cerámica que experimentó un fuerte cambio tecnológico, al fabricarse con torno rápido. Estos avances implican que las formas cerámicas se diversifican y nos indica la existencia de alfareros o alfareras experimentados, que controla todo el proceso de elaboración, desde las pastas de la arcilla, al manejo del torno, la decoración de la pieza y la cocción en horno .
A su vez, la existencia de alfareros especializados nos está indicando un fuerte estratificación social y una organización compleja y especializada de la sociedad.
Existen numerosos indicios que nos señalan al Cerro de las Cabezas como un importante centro productor y difusor de cerámica. Se han localizado tornos, hornos, piletas de decantación de arcilla, piezas sin
cocer y piezas terminadas apiladas, así como la aparición de un gran número de moldes para estampillar el barro en crudo.
Como nos señala Domingo Fernández , el
período de máximo esplendor fue el ibérico pleno, entre final del IV y el siglo
III a.c.. Predominando la cerámica estampillada, como complemento a la decoración
en rojo vinosos, característica de la Cultura Oretana y marca característica del propio yacimiento. Este gusto estético perduró en el tiempo
e incluso apareció en otros asentamientos
a comienzos de la romanización.
Un posible motivo de este auge cerámico del oppidum del Cerro de las Cabezas pudo ser sin duda el que estuviera dotado de
canteras de arcilla de gran calidad, dato que podemos constatar en la actualidad ya que el barro de la zona sigue gozando de prestigio y esas canteras se siguen utilizando para
producir baldosas de barro en Santa Cruz de Mudela.
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Urna estampillada localizada en el Ayto de Madridejos y estudiada por Juan Palencia y Diego Rodríguez
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Un ejemplo de la comercialización y
exportación de esta cerámica estampillada lo encontramos en la vecina localidad
de Madridejos, donde Juan Palencia y Diego Rodríguez han estudiado una pieza
estampillada con motivos zoomorfos, el carnassier o lobo con fauces abiertas, cuyo
molde se ha localizado en el Cerro de las Cabezas. Se cree que
podría haber estado relacionada con un contexto funerario. Elementos característicos de esta cerámica,
aparte de la estampilla, son el enmarque de la misma, el cordoncillo, a ambos
lados y la decoración en rojo vinoso de la cerámica ibérica.
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Estampilla motivo Carnassier, lobo con fauces abiertas
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El carnassier o lobo con la
boca abierta es un motivo recurrente en la decoración de esta cerámica vinculada con entornos funerarios, se cree que porque los lobos fueron muy abundantes en estas zonas hace 2000 años y puede ser un símbolo de miedo y respeto hacia lo temido. El alfarero no se limita a copiar la naturaleza, la representa.
Me resulta curioso, y esto es una asociación personal que se me ocurrió al escuchar la charla, como este motivo también es representado en otras culturas como la Celta o Germana, como es el caso del Gim, en las islas Británicas, perro negro de grandes dimensiones con las fauces abiertas, identificado como augurio de muerte, dado que los perros rebuscan y entierran huesos. Un símbolo que curiosamente nos llegó de nuevo a principios del siglo XX de la mano del personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes, en su obra "El sabueso de los Baskerville". El ser humano y su tendencia al animismo y la superstición no entiende de épocas.
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